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lunes, 9 de mayo de 2011

Teoria de la Comunicación

Teoria de la comunicacion

Gregory Bateson

Antropólogo, científico social, lingüista y cibernético interesado en el estudio del control y comunicación en los sistemas complejos: organismos vivos, máquinas y organizaciones.Nace en Estados Unidos en 1904 y muere en San Francisco en 1980. Adquirió su formación en la universidad de Cambridge en el área de antropología social y cibernética dónde aplicó a la psiquiatría los principios de la teoría de la comunicación.Este científico angloestadounidense es conocido por el desarrollo de la teoría del doble vínculo de la esquizofrenia, junto con uno de los líderes en teoría de la comunicación, Paul Watzlawick, su colega en el Mental Research Intitute de Palo Alto, y por ser el esposo de la prestigiosa antropóloga Margaret Mead.
Sus investigaciones y reflexiones abarcaron áreas tan variadas como: antropología, etnología, teoría del aprendizaje, psicología anormal, cibernética, teoría de sistemas, lógica, epistemología, entre otras. 


Bateson y el modelo comunicativo de Palo Alto

La cibenética nace con Norbert Wiener durante la Segunda Guerra Mundial, a partir del problema de automatizar la conducta de tiro de los cañones antiaéreos. Un tema que en principio parece tan alejado de nuestros intereses dio luz sin embargo a un concepto fundamental: el feedback o retroalimentación. Wiener postuló como forma de regulación de la conducta, en pos de los objetivos prefijados, la modificación que se da a partir de la información que se recibe acerca de los efectos que ha tenido la conducta anterior del actor. En su caso, si el cañón está informado de la distancia entre el avión y la explosión de sus obuses, puede ir acercándose progresivamente hasta abatirlo. Este modelo, de carácter esencialmente circular, se contrapone al modelo lineal de la teoría informacional. Wiener sugirió que el principio del feedback subyacía en un sinnúmero de sistemas diferentes, no sólo mecánicos. Por ello propuso los postulados de una nueva ciencia que estudiaría el “control y la comunicación en el animal y la máquina”, tal como rezaba el subtítulo de su libro Cibernética, de 1948. Otro aspecto en común de los investigadores en cuestión es la comprensión de la comunicación como un proceso complejo que discurre a través de múltiples niveles integrados entre sí.
La comunicación se concibe como un sistema de canales múltiples en el que el actor social participa en todo momento, tanto si lo desea como si no; por sus gestos, su mirada, su silencio e incluso su ausencia… En su calidad de miembro de una cierta cultura, forma parte de la comunicación, como el músico forma parte de la orquesta. Pero en esta vasta orquesta cultural no hay director ni partitura. Cada uno toca poniéndose de acuerdo con el otro. Sólo un observador exterior, es decir un investigador de la comunicación, puede elaborar progresivamente una partitura escrita, que sin duda se revelará altamente compleja.
Como se desprende de la cita, la alusión a la metáfora de la orquesta, en contraposición a la del tubo -o al decir de Winkin, del telégrafo- implica, además de la simultaneidad de múltiples canales, la existencia de una partitura. Este es otro punto en común importante: la premisa de que la comunicación humana se guía por una serie de normas o reglas de interacción que regulan todos los aspectos involucrados. No sólo debe considerarse una gramática del lenguaje, sino también gramáticas paralingüísticas, gestuales, espaciales, etc. Así como los lingüistas buscan los sonidos que -entre los cientos capaces de producir el aparato fonador humano- escoge una cultura para construir el lenguaje, así también es imperioso plantearse la siguiente pregunta: “¿cuáles son, entre los millares de comportamientos corporalmente posibles, los que retiene la cultura para constituir conjuntos significativos?”. Es necesario aclarar que no debe entenderse que estas gramáticas corporales (en sentido amplio) son conscientes para los actores. Como afirmará Gregory Bateson: “para nosotros resulta evidente que la mayoría de los procesos mentales (comprendidos en particular los mismos procesos de percepción) no pueden ser controlados por la conciencia”. Tanto el aprendizaje de estacompetencia comunicativa como su utilización cotidiana son en gran medida inconscientes. Finalmente, como se verá, la comprensión de los actos comunicativos es indisoluble del contexto en que se desarrollan, por lo que estas investigaciones dan en el centro de las críticas que recibe el modelo shannoniano. No es posible incluso establecer una taxonomía de la competencia comunicativa que no la refiera a su utilización concreta, como demostrará el fracaso de Ray Birdwhistell para establecer una jerarquía clara de los gestos corporales y una clasificación de los mismos de acuerdo a su supuesto significado.

De la esquizofrenia a una teoría general de la comunicación

Mencionamos en el punto anterior que el modelo de comunicación que nos ocupa se fue conformando a partir de matrices disciplinarias diversas. Pues bien, uno de los campos a partir de los cuales se va conformando esta teoría es la búsqueda de explicación para algunas psicopatologías, especialmente la esquizofrenia. Gregory Bateson se dedica a este problema a lo largo de la década del ’50, utilizando un marco teórico al que se lo puede acusar de eclecticismo. Por un lado Bateson aplica los postulados de la cibernética de Wiener, en la que encuentra una respuesta a las cuestiones pendientes de sus estudios antropológicos de la década del ’30. A partir de investigaciones realizadas en Nueva Guinea, Bateson había formulado el concepto de cismogénesis, por el que entiende la génesis de un cisma en el seno de un sistema social. Distingue así entre una cismogénesis simétrica, cuando los interactuantes responden con actitudes similares (presentes con presentes, insultos con insultos) y una cismogénesis complementaria, en que los interactuantes asumen papeles del tipo sadismo/masoquismo, dominador/sumisión, exhibicionismo/voyeurismo. Este concepto, si bien supone una brillante intuición por parte de Bateson, no alcanza a explicar las razones de la estabilidad o crisis de un sistema. El aporte de la cibernética supone una forma más simple y clara de conceptualización, ya que la idea del feedback negativo puede explicar cómo un sistema alcanza el equilibrio a partir de una serie de autocorreciones sucesivas. Como este concepto va a ser aplicado posteriormente por Watzlawick a la interacción grupal y familiar, nos parece importante detenernos un poco en él. Básicamente, existen dos formas diferentes de feedback, el positivo y el negativo. En el primer caso, las posiciones de los interactuantes son cada vez más distantes a medida que pasa el tiempo, ya que se alejan progresivamente. En el segundo, la respuesta de cada interactuante es utilizada por el otro para acercar su posición. De este último tipo es el feedback que preocupaba a Wiener para sus cañones antiaéreos. Respecto al feedback positivo se pueden pensar ejemplos como la caída de las acciones de una empresa en la Bolsa (empiezan a venderse y por lo tanto su precio baja, lo que hace que sus poseedores se desprendan de ellas y el precio baja más todavía, en una espiral creciente) o la especialización del conocimiento y de las profesiones (más gente se incorpora al proceso de producción de conocimiento, éste se especializa, la especialización favorece dedicarse a temas más específicos, y así de manera creciente). Además del concepto de feedback, una constante de la conceptualización de Bateson es su insistencia en que la comunicación se da en múltiples niveles lógicos. La teoría de los tipos lógicos de Russell es un marco teórico ilustrativo, aunque no explica el funcionamiento de la comunicación real, sino que más bien alerta acerca de sus complejidades. De hecho “es mala historia natural esperar que los procesos mentales y los hábitos de comunicación de los mamíferos se adecuen al ideal del lógico” Russell estaba preocupado por las paradojas lingüísticas del tipo que sigue: Todos los cretenses son mentirosos (Epimenides). Veamos esta paradoja más detenidamente: si la afirmación es cierta, entonces todos los cretenses mienten; siendo Epiménides un cretense, también él ha de mentir, y por lo tanto los cretenses dicen la verdad. Mientras que si la afirmación es falsa, esto quiere decir que los cretenses dicen la verdad, algo que abarca también los dichos de Epiménides, por lo que los cretenses mienten. O sea que si la afirmación es cierta es falsa y si es falsa es cierta. A esto se suele llamar justamente una paradoja. Considérese los siguiente y muy conocidos acertijos:
1.                Un barbero de un pueblo pequeño afeita la barba de todos los hombres del pueblo que no se afeitan a sí mismos ¿el barbero afeita su barba o no lo hace?
2.                Un rey había promulgado una ley según la cual todo forastero que llegase a su Estado debía declarar el auténtico motivo de su entrada en el reino. Aquellos que no dijeran la verdad serían ahorcados. Esto hizo que arribara allí un sofista que declaró que el auténtico motivo de su visita era ser ahorcado en virtud de aquella ley. Luego ¿debe ser ahorcado o no el sofista?
Para Russell estas paradojas se forman cuando se confunden tipos lógicos diferentes. La premisa central de su teoría es que una clase no puede ser miembro de sí misma, es decir que no han de mezclarse los objetos de una clase con los rótulos que la designan. En un acercamiento primario esto es evidente: el rótulo “reloj” designa a todos los objetos que son relojes, pero no es él mismo un reloj. Ahora bien, al interior del lenguaje debe operar la misma diferenciación de niveles o tipos lógicos. En la paradoja de Epiménides, la ocurrencia “cretenses” aparece por una parte designando a un miembro de la clase (Epiménides) y por la otra a la clase misma. Por su parte el barbero es en un momento miembro de la clase de hombres y en otro la clase misma. El nivel de la clase es un metanivel, ya que designa o comenta al conjunto de la clase. Es claro que este tipo de acertijos parecen muy alejados de la comunicación “real”, pero Bateson y la Escuela de Palo Alto demostrarán que no lo están en absoluto. Bateson distingue al menos tres niveles lógicos diferentes en la comunicación (aunque éstos son teóricamente ilimitados). Un primer nivel es el denotativo (“el gato está sobre el felpudo”), un segundo nivel es el metalingüístico7 (“El sonido verbal «cat» representa cualquier miembro de una clase tal y cual de objetos”) y un tercer nivel que llama metacomunicativo (“Esto es juego”). Estos tres niveles son asimilables a los tipos lógicos russellianos y, según el principal axioma de esta teoría, los miembros de una clase no deben formar parte de la misma, o surgen paradojas lingüísticas. Para Bateson esta diferenciación absoluta de niveles es imposible en la comunicación, por lo cual las paradojas asechan permanentemente a la misma. Veamos el siguiente chiste:
En Sicilia, un chico le cuenta a su madre:
- Mami, en el colegio me dicen mafioso
- Bueno hijo, yo iré mañana a arreglar eso
- Bueno, pero que parezca un accidente
Lo gracioso de este chiste (y de la inmensa mayoría de los chistes) es que una situación que aparenta ser de un tipo, se demuestra de uno muy distinto. Ahora bien, lo que hay atrás de esto es que la comunicación ha de estar rotulada de alguna manera, ya que un mismo enunciado (“iré mañana a arreglar eso”) puede tener sentidos muy diversos, algunos esperables otros inesperados. Es decir que debe haber una manera de indicar un metanivel, o sea una metacomunicación. Estas características de la comunicación no son privativas del género humano, sino comunes a todos los mamíferos superiores. La actividad que da la clave es el juego, es decir una conducta que no es distinguible de otras como el combate que son sin embargo claramente distintas en su significación. Los animales deben poseer alguna forma de metacomunicar para poder jugar, es decir de definir la relación como juego. Recuérdese la sucesión de acciones (tics/guiñadas/parodias/ensayos) que describe magistralmente Clifford Geertz. La observación de lo “visible” no permite dar cuenta de lo que aquí ocurre, ya que lo que se denotaría es similar. De hecho, Bateson sugiere que los mensajes intercambiados en el juego denotan acciones que son las que precisamente no existen, y por eso no son tomados en serio. Lo que debe introducirse como noción explicativa es que los mensajes metacomunicativos establecen marcos psicológicos, concepto que se desprende de la teoría de conjuntos. Los marcos operan en forma similar a un marco físico, es decir que indican dónde termina el cuadro y empieza la pared, o sea que limitan o recortan como admisibles un determinado conjunto de mensajes en la interacción. El marco interviene en la evaluación de los mensajes que contiene, o no hace más que ayudar a la mente en la comprensión de los mensajes contenidos, recordando al pensador que esos mensajes tienen pertinencia recíproca y que los mensajes que están fuera del marco pueden ignorarse.En este sentido, un marco es metacomunicativo y es una indicación necesaria para la comprensión de los mensajes que el marco contiene. La esquizofrenia es un lugar especialmente apropiado para estudiar la existencia y utilización de niveles de mensajes diferentes, ya que para Bateson justamente la dificultad o imposibilidad de rotular el tipo de mensaje -es decir metacomunicar- es lo que constituye la particularidad de la enfermedad. Es corriente afirmar que los esquizofrénicos tienen “un yo débil”. Por mi parte, definiré esa debilidad como una perturbación que impide identificar e interpretar aquellas señales que deberían servir para decir al sujeto qué clase de mensaje es un mensaje por él recibido,e s decir una perturbación en la interpretación de señales que son del mismo tipo lógico que la señal “Esto es juego”.
La esquizofrenia, así, es una patología de la comunicación y su origen debe buscarse en los vínculos de comunicación establecidos por el individuo. Como afirma Bateson, el esquizofrénico “tiene que vivir en un universo donde las secuencias de acontecimientos sean tales que sus hábitos comunicacionales desusados resulten adecuados de alguna manera”. Bateson esgrime así su teoría del doble vínculo: es un hecho evidente que los seres humanos emplean el contexto como guía para la discriminación de los modos [de comunicación]. Por consiguiente, debemos buscar no una experiencia traumática específica en la etiología infantil, sino patrones secuenciales característicos.  La hipótesis del doble vínculo postula que ese patrón característico que puede originar la esquizofrenia, ha de contener los siguientes ingredientes:
1.                Dos o más personas. El caso típico es la díada madre-hijo, pero el rol de la madre puede ser cumplido por otra persona o por un complejo de varios individuos (en al situación familiar madre, padre y hermanos)
2.                Experiencia repetida. La comunicación “desmarcada” que es característica del doble vínculo no debe ser excepcional en el sistema familiar, sino una experiencia permanente.
3.                Un mandato primario negativo. Ejemplo: “No hagas esto, o te castigaré” o “Si haces esto, te castigaré”
4.                Un mandato secundario que está en conflicto con el primero en un nivel más abstracto y que, al igual que el primero, está reforzado por castigos o señales que anuncian un peligro para la supervivencia. Bateson concede que no es tan fácil dar un ejemplo prototípico de este segundo mandato, en parte porque se trasmite habitualmente por vías no verbales, en parte porque adquiere una multitud de formas variables.
5.                un mandato negativo terciario que prohibe a la víctima escapar del campo, aunque si se tarta de la etiología de una enfermedad mental de origen infantil, es evidente que la misma supervivencia del niño le impide escapar del campo.
Lo esencial de la comunicación patológica es la confusión de niveles de comunicación, pero esta no es una característica que se restrinja a la situación de enfermedad. En realidad, la paradoja es connatural a la misma comunicación. Esto ya lo había observado Bateson, pero lo explica más claramente Watzlawick. Muchas paradojas de la interacción son derivadas de la paradoja “Sé espontáneo”. Es, por ejemplo, el caso de la madre que quiere que su hijo estudie, pero en realidad quiere “que él mismo quiera estudiar”. Este tipo de enunciado es generador de paradojas: el deseo es por definición algo espontáneo; si el hijo estudia a partir del pedido materno, ya no es posible discriminar si lo hace porque lo quiere o por consentir a su madre, caso en el cual no está obedeciéndola, aunque estudie.  Veamos el siguiente caso, que llamamos “El juego de «Vos no me querés lo suficiente»”
Ella - ¡Vos no me querés lo suficiente!
El - ¿Por qué me decís eso?
Ella - Porque si me quisieras, me regalarías flores. Vos sabés lo que a mí me gustan las flores…
El - Bueno, tenés razón. Esperá que voy hasta la florería, te compro unas rosas y te las regalo.
Ella - ¡Ah, no! Ahora no quiero, porque tuve que decírtelo yo. Y esto tiene valor sólo si sale de vos…
Una vez iniciado el juego, el deseo de ella es imposible de subsanar, ya que si él le regala flores, siempre quedará como duda en qué medida lo está haciendo porque quiere o como cumplimiento de un mandato externo, con lo cual la acción queda invalidada. No sólo es mala historia natural sugerir que la gente puede o debe obedecer a la teoría de los tipos lógicos en sus comunicaciones; su incapacidad para hacerlo no se debe sólo al descuido o la ignorancia. Lo que pensamos, más bien, es que las paradojas de la abstracción tienen que hacerse presentes toda comunicación más compleja que la de las señales de estado de ánimo, y que sin estas paradojas la evolución de la comunicación se detendría. la vida sería entonces un interminable intercambio de mensajes estilizados, un juego con reglas rígidas, sin el alivio del cambio o del humor.
Watzlawick analiza una serie de casos en los que esta paradoja aparece, desde las intenciones de reencausamiento de quienes han incurrido en conductas delictivas (en donde el deseo de rectificar la propia vida debe ser espontáneo, pero al mismo tiempo es evaluado) hasta la formación de los psicoanalistas (en donde como parte de su proceso se psicoanalizan, situación en la que se espera que confíen en el terapeuta, pero éste a la vez tiene la capacidad de recomendar la aprobación o no del alumno). De hecho, parafraseando a Goffman, parece que la paradoja es la normalidad y la comunicación exenta de ella la excepción. Como se explica más adelante, una comunicación es siempre una comunicación sobre uno mismo, sobre el modo en que uno se ve y ve la relación, lo que debe ser confirmado por el otro. Ya que nos sentimos reales tan sólo en la medida en que alguien con importancia para nosotros confirma o ratifica nuestra propia imagen, y ya que tal ratificación tan sólo servirá al propósito si es espontánea, únicamente un caso ideal de interrelación humana puede estar libre de paradoja.

La sistematización de Watzlawick

Tal vez un punto de partida para e comentario sea el enfrentamiento explícito con el psicoanálisis, o los marcos psicodinámicos, como Watzlawick lo llama. Los puntos de diferenciación serían la incapacidad del psicoanálisis para abarcar el contexto de interacción, al centrarse exclusivamente en el individuo. Tal vez cierto resabio conductista (aunque más adelante se plantearán deslindes específicos con el conductismo): Si a una persona que exhibe una conducta alterada (psicopatológica) se la estudia en aislamiento, entonces la investigación debe ocuparse de la naturaleza de su estado y, en un sentido más amplio, de la naturaleza de la mente humana. Si los límites de la investigación se amplían con el propósito de incluir los efectos de esa conducta sobre los demás, las reacciones de estos últimos frente a aquellas y el contexto en que todo ello tiene lugar, entonces el foco de atención se desplza desde la mónada artificialmente aislada hacia la relación entre las partes de un sistema más amplio. El observador de la conducta humana, entonces, pasa de un estudio deductivo de la mente al estudio de las manifestaciones observables de la relación.
El vehículo de tales manifestaciones es la comunicación 
·                         la concentración en el pasado y en la memoria. Ante esto, la pragmática de la comunicación preferirá un eje sincrónico. Watzlawick no se cansa de repetir que el objetivo no es el responder al por qué de una conducta, sino al para qué. Recurrir a los hechos pasados como explicación de la conducta presente sólo tiene validez como forma de llenar los vacíos de información actuales: “para un observador que está en posesión de toda l información necesaria, cualquier referencia al pasado y, por ende, a la existencia de una memoria en el sistema, es innecesaria” .
El observador (en el marco clínico de Watzlawick, el terapeuta) puede llegar a identificar las configuraciones de un patrón de comunicación en un sistema interpersonal, a partir de la observación de las redundancias estructurales. La analogía del juego de ajedrez semuestra válida. Si una persona que desconociera el juego se dedicara a observar partidas de ajedrez, incapacitado de comunicarse con los jugadores, podría -al cabo de algunas partidas- enunciar con bastante acierto las reglas que rigen el juego. Algunas son más sencillas, tales como la alternación de movimientos; otras presentan más grado de dificultad, por ser menos frecuentes (comer un peón al paso, el enroque). Asociado al conocimiento de las reglas que va teniendo el observador, está su capacidad de predicción, al menos en lo que hace al tipo de jugadas posibles o imposibles. Y todo esto, sin que sea necesario desentrañar las motivaciones de los jugadores. Por ello mismo: ¿Significa esto que el observador ha «explicado» la conducta de los jugadores? Preferiríamos decir que ha identificado una configuración compleja de redundancias. De hecho, el conocimiento de los motivos de una conducta (en terminología freudiana, el desentrañamiento del trauma que da origen a la sintomatología actual) no resulta en este marco necesario: Ese acto de conducta a puede deberse a un aumento de sueldo, al complejo de Edipo, al alcohol o a una tormenta de granizo, y todos los argumentos relativos a cuál de las razones es «realmente» válida se parecen a una controversia escolástica sobre el sexo de los ángeles. La conducta humana debe asumirse desde el concepto de caja negra, es decir analizarse desde sus inputs y outputs, sin que sea menester adentrase en los procesos internos de transformación energética: “no es necesario recurrir a ninguna hipótesis intrapsíquica imposible de verificar e última instancia, y es posible limitarse a las relaciones observables entre entradas y salidas, esto es, a la comunicación“. Obviamente, el acento puesto en la comunicación como forma de relacionamiento y de constitución de la personalidad, al punto de entender a algunas enfermedades mentales como patologías de la comunicación, es lo que vuelve particularmente interesante para nosotros el marco de análisis de Watzlawick y la Escuela de Palo Alto.
Algunas aclaraciones terminológicas: seguiremos denominando simplemente “comunicación” al aspecto pragmático de la teoría de la comunicación humana [...] Se llamará mensaje a cualquier unidad comunicacional singular, o bien se hablará de una comunicación cuando no existan posibilidades de confusión. Una serie de mensajes intercambiados entre personas recibirá el nombre de interacción [...] agregaremos pautas de interacción, que constituyen una unidad de un nivel aún más elevado en la comunicación humana. 
Axiomas exploratorios de la comunicación
El marco teórico general de la pragmática de la comunicación queda formulado en una serie de axiomas, a saber:

1. Imposibilidad de no comunicar.

si se acepta que toda conducta en una situación de interacción tiene un valor de mensaje, es decir, es comunicación, se deduce que por mucho que uno lo intente, no puede dejar de comunicar 
Este axioma tiene un valor fundamental, aunque resulta discutible en su amplitud. Para la Escuela de Palo Alto, comunicación y conducta son sinónimos, y, dado que en un organismo vivo no existe nada que pueda asimilarse a la no conducta, igualmente imposible es la no comunicación. Aún cuando una persona no quiera establecer una comunicación con otra (con un extraño en un tren, por ejemplo) su conducta deberá trasmitir ese mismo mensaje: “no quiero comunicarme con Ud.” y será, por lo tanto, comunicación. 

2. Niveles de contenido y relación de la comunicación.

Toda comunicación se da en múltiples niveles, lo que puede asimilarse al hecho las funciones del lenguaje sean varias. Toda comunicación trasmite un contenido, pero también define (o propone) una relación. Si me dirijo a otra persona y le digo “Tráigame un café”, estoy diciendo algo respecto al contenido (función referencial), a saber lo que deviene del uso del verbo traer y lo que es aceptado como café, pero también estoy proponiendo o afirmando una relación que me vincula con el otro: “Yo soy quien te puede dar órdenes” (función conativa): “El aspecto conativo se refiere a qué tipo de mensaje debe entenderse que es, y por ende, en última instancia, a la relación entre los comunicantes”).
Watzlawick introduce aquí la teoría de los tipos lógicos de Bertrand Russell, que oficia como trasfondo general más evidente aún en su tratamiento de la problemática de la comunicación paradójica. De cualquier modo, en analogía a los tipos lógicos de Russell, los niveles de contenido y relación de la comunicación deben entenderse como operando en niveles diferentes. La definición de la relación es una información acerca de cómo debe tomarse la información y, por lo tanto, es de un nivel lógico superior. Cuando explicito este nivel de la comunicación, de hecho me estoy metacomunicando, es decir me estoy comunicando acerca de la comunicación. Esto puede dar lugar a contradicciones y confusiones. Muchos conflictos humanos persistentes devienen de no tomar en cuenta, o verse incapacitados de hacerlo, esta estructura de niveles. En estos casos los interactuantes tratan de resolver en un nivel las discrepancias que existen en el otro. Un ejemplo mencionado por Watzlawick es el de una pareja que mantiene persistentes y violentas discusiones por demostrar tener la razón sobre temas triviales. Cierto día, la mujer demuestra en forma contundente estar acertada sobre una de estas trivialidades y el marido le contesta “Bueno, quizás tengas razón, pero estás equivocada porque estás discutiendo conmigo“. Resulta evidente, en este tipo de casos, que lo que se discute permanentemente es la relación y no el contenido. Sin embargo, dado que la variedad de tópicos de discusión es prácticamente inagotable, los interactuantes tienen muchas dificultades para notar el carácter fijo e invariante de su patrón de comunicación. Es interesante destacar, además, que para Watlzlawick: La capacidad para metacomunicarse en forma adecuada constituye no sólo condición sine qua non de la comunicación eficaz, sino que también está íntimamente vinculada con el complejo problema concerniente a la percepción del self y del otro. En toda comunicación, la persona da una definición de su propio self, manifiesta “Así es como me veo”. Ante esto, el co-interactuante puede dar una de tres posibles respuestas:
1.                Confirmación. El co-interactuante puede confirmar la imagen del self que da la persona, lo que puede traducirse como “Sí eres así”. Este tipo de comunicaciones es una necesidad de cada agente, y afirma la seguridad psicológica del sujeto. En el ejemplo anterior de la orden, si el destinatario de la misma obedece, confirma mi definición de la relación y de mi self: “yo puedo ordenar”.
2.                Rechazo. El co-interactuante puede rechazar la definición: “No, no eres así como dices”. En este caso, el destinatario de mi orden puede contestar “¿Por qué no se lo busca usted mismo?”, por ejemplo, rechazando mi definición de la relación y de mi self.
3.                Desconfirmación. Esta tercera posibilidad es la más desestabilizante: “la desconfirmación ya no se refiere a la verdad o falsedad -si existen tales criterios- de la definición que la persona da de sí mismo, sino más bien niega la realidad del sujeto como fuente de tal definición” . La traducción sería un enunciado del tipo “No existís”.
La conducta -y por ende la comunicación-es un fluir que no tiene principio ni final: “Una serie de comunicaciones puede entenderse como una secuencia ininterrumpida de intercambios” . Sin embargo, los interactuantes tienden a puntuar esta secuencia ininterrumpida, de lo que resultan atribuciones significativas sustancialmente diferentes, sino opuestas. La puntuación organiza la interacción, y resulta por ello vital para la misma.
Con todo, cuando existen discrepancias en la forma d puntuar la secuencia, surgen problemas y malentendidos en la interacción. El ejemplo analizado por Watzlawick es el de una pareja en donde la mujer se irrita por la pasividad del marido, en tanto este se pasiviza por la actitud de la mujer. Cada uno entiende su conducta como un efecto de la conducta del otro y no como causa. En consecuencia, al no acordar en la puntuación de la secuencia, el conflicto es irresoluble. En forma de axioma: “la naturaleza de una relación depende de la puntuación de las secuencias de comunicación entre los comunicantes”

3. Comunicación digital y analógica.

Existen dos formas básicas de comunicación, la analógica y la digital. Los lenguajes son formas digitales de comunicación, ya que implican la utilización de códigos convencionales que implican una relación arbitraria entre el mensaje (signo) y al contenido de la comunicación (significado). Las formas analógicas de comunicación son aquellas en las cuales el mensaje resulta en alguna manera parecida al contenido a trasmitir, es decir constituye una analogía del mismo. Estos términos provienen de la ingeniería. Veamos un ejemplo: el formato analógico de almacenamiento de sonido por excelencia es el disco de vinilo. En él el surco se ensanchaba y/o profundizaba en concordancia con el sonido que debía reproducir. Existe aquí una relación analógica necesaria, ya que la púa vibra de acuerdo a la forma del surco y de la amplificación de esta vibración surge el sonido reproducido. El compaq disc, en cambio, es un formato digital, lo que implica que los rastros físicos sobre su superficie no guardan relación directa con el sonido a reproducir. La cabeza lectora registra este rastro físico y lo traduce en sonido de acuerdo a un código convencionalmente establecido que opera como una interfase. De aquí que los formatos digitales sean más precisos que los analógicos. Llevando esto a la comunicación humana, resulta ser que los seres humanos somos los únicos organismos que nos comunicamos al mismo tiempo con ambos sistemas. El lenguaje es el mejor ejemplo de sistema de comunicación digital. El comportamiento no verbal -en general- constituye formas de comunicación analógica. Esta distinción no debe ser tomada en forma taxativa. Existen aspectos de la comunicación no verbal que están digitalizados, como los ademanes. Ambos sistemas de comunicación son necesarios porque permiten vehiculizar diferentes aspectos: “cabe suponer que el aspecto relativo al contenido se trasmite en forma digital, mientras que el aspecto relativo a la relación es de naturaleza predominantemente analógica. La existencia de estos dos tipos de comunicación implica la posibilidad de problemas de traducción de un nivel a otro. Bateson estudió al efecto la comunicación entre los animales (solamente analógica). Explica al respecto que cuando uno abre la heladera y el gato se acerca y se frota entre mis piernas, es incorrecto traducir esta conducta como el mensaje “quiero leche”. El animal en realidad, con su comunicación analógica, está invocando un tipo específico de relación: “Sé mi madre”, ya que este tipo de conducta se observa entre los gatos pequeños en relación a sus progenitores, nunca entre gatos adultos.
El material de los mensajes analógicos es sumamente antitético; se presta a interpretaciones digitales muy distintas y a menudo incompatibles. Así, no sólo le resulta difícil; al emisor verbalizar sus propias comunicaciones analógicas, sino que, si surge una controversia interpersonal en cuanto al significado de una comunicación analógica particular, es probable que cualquiera de los dos participantes introduzca, en el proceso de traducción al modo digital, la clase de digitalización que concuerda con su imagen de la naturaleza de la relación. En síntesis: Los seres humanos se comunican tanto digital como analógicamente. El lenguaje digital cuenta con una sintaxis lógica sumamente compleja y poderosa, pero carece de una semántica adecuada en el campo de la relación, mientras que el lenguaje analógico posee la semántica pero no una sintaxis adecuada para la definición inequívoca de la naturaleza de las relaciones
4. Interacción simétrica y complementaria.
Existen dos patrones de interacción básicos: la simetría y la complementariedad.
Puede describírselos como relaciones basadas en la igualdad o en la diferencia. El en priemr caso, los participantes tienden a igualar especialmente su conducta recíproca, y así su interacción puede considerarse simétrica. [...] En el segundo caso, la conducta de uno de los participantes complementa la del otro, constituyendo un tipo distinto de gestalt, y recibe el nombre de complementaria. Los sistemas basados en la simetría tienden a ser más inestables. La carrera armamentista es un ejemplo de ello: a un movimiento de uno de los países (armarse) el otro responde con un movimiento simétrico (armarse también), con lo que el primer país se siente nuevamente desprotegido y refuerza su armamento, y así ad infinitum. Las corridas de la bolsa son otro ejemplo de este tipo de escalada. Un sistema basada en la complementación, en cambio, tiene una tendencia más estable. Digamos que el sistema complementario por excelencia sería una relación sadomasoquista o una pareja hombre dominador – mujer dominada. Como puede verse con los últimos ejemplos, no debe entenderse que un tipo de patrón de comunicación corresponde a una comunicación sana y el otro a una patológica. De hecho, parece que una relación sana es aquella que puede complementar ambos tipos de relación. Watzlawick analiza algunos interesantes casos de parejas entrevistadas en el marco de una investigación, en las que se les preguntaba “¿Cómo, entre los millones de personas que hay en el mundo, llegaron a unirse ustedes dos?”. Es notable observar cómo surgen los patrones de interacción en torno al derecho a hablar y a definir la relación en cada pareja, caracterizadas como de complementariedad o simetría patológicas o aquellas clínicamente sanas, en donde se observan ambos tipos de interacción.

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